Poco a poco se va haciendo hueco en nuestras vidas el concepto de Inteligencia Emocional, concepto que hizo mundialmente famoso Daniel Goleman en su libro “Inteligencia Emocional” publicado en 1995.
No fue Goleman quién inventó este término, ya que varios autores anteriores a él hablaron de su importancia, entre ellos Wayne Payne (a quien se le atribuye el término) o el mundialmente conocido Howard Gardner, que habló de la importancia de las emociones en su famoso libro Inteligencias Múltiples, libro que cada vez se está extendiendo más en los colegios como forma para trabajar la diversidad y el talento entre los alumnos.
Cada vez más los colegios y las familias se dan cuenta de la importancia del desarrollo equilibrado del niño, no solo desde el punto de vista cognitivo sino también desde la vertiente social y emocional.
Si trabajamos la Educación Emocional, el niño se sentirá mejor consigo mismo, respetará a los demás y será respetado, tendrá mayor motivación en conseguir lo que quiere y tendrá mayor éxito escolar.
Podemos clasificar las competencias emocionales, siendo todas de igual importancia, en:
como la autoconciencia, con la que el niño toma conciencia de sus propias emociones y sentimientos, la autogestión, con la que el niño es capaz de controlarse en situaciones intensas, tanto positivas como negativas, y la autonomía emocional, con la que el niño adquiere seguridad en sí mismo, pensamiento proactivo, automotivación…
como la empatía y la conciencia social, con las que el niño debe saber gestionar distintas situaciones sociales con todo el conjunto de emociones positivas y negativas que le comportan, y las habilidades para la vida, que son el conjunto de recursos y estrategias personales que le permiten llevar una vida sana y equilibrada.
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