Los vómitos en la infancia son relativamente frecuentes. Los padres siempre se alarman cuando sus hijos vomitan la comida, como si fuese un indicador de que algo va mal en el niño.
Como ya indicamos en el post “problemas de alimentación en los hijos“, los niños pueden comer muy rápido y les puede sentar mal la comida,
otras veces el niño vomita cuando no quiere comer un alimento, lo rechaza y, a pesar de hacer resistencia, se le sigue obligando a que se lo coma; también puede vomitar cuando come demasiado lento y se va metiendo cada vez más comida en la boca haciendo “bola”, y los padres o el cuidador le insisten en que se lo trague.
Inmediatamente los padres o el cuidador dejan de forzar al niño a comer más.
obteniendo de ellos atención, cambio de tipo de comida, no ir al cole… por lo que puede mantener esta conducta en el futuro, es decir, podrá llegar a vomitar de nuevo porque sabe que se pueden producir unos comportamientos por parte de sus padres o cuidadores que él desea.
Puede ocurrir, aunque es menos habitual, que la conducta de vomitar sea parte del repertorio de la comida del niño, es decir, sin que se produzca ninguna de las situaciones anteriormente indicadas, el niño vomite. En estos casos lo aconsejable sería acudir al pediatra para que evalúe esta situación.
Desde Gabinete Psicopedagógico SENDA SL estamos a tu disposición para cualquier consulta que quieras hacernos; nos puedes localizar en el 654 520 362, o bien escribir a informacion@gabinetesenda.com, donde los profesionales del Gabinete os atenderemos con mucho gusto.
En los primeros años de vida a los padres siempre nos quita el sueño los problemas de alimentación de los hijos.
Vamos a ir analizando cada uno de los casos asociados al problema de alimentación de un niño. Hoy hablaremos sobre el tiempo que dedica un niño a la comida y cuando empieza a considerarse un problema, es decir, come demasiado rápido o tarda mucho en comer; en esta última situación acabará haciendo bolas que acabará tirando.
El tiempo que dedica un niño a la comida depende de muchos factores: de su edad, de si tiene hambre, de si le gusta los platos que le han puesto, de la cantidad y, cómo no, de sus habilidades motrices para manejar los cubiertos.
El tiempo normal de comida son de 30 a 40 minutos; ahora bien, hay que tener en cuenta que el hecho de que dispongamos de poco tiempo y queramos que nuestro hijo coma más rápido, o que en la familia se coma rápido y él lo haga más lento o viceversa, no se considera un problema real de alimentación.
Debemos comprobar si hay elementos que le distraigan a la hora de la comida, como por ejemplo ver la televisión o tener juguetes sobre la mesa. La solución es simple, eliminar el elemento distractor.
Otro aspecto importante es vigilar que el niño no pique nada entre las comidas o justo antes de las mismas, para evitar que pierda el apetito.
Hay niños que utilizan la demanda de atención durante la comida como método para distraerse. No debemos entrar en su juego.
En algunas ocasiones, el hecho de que el niño tarde en comer es debido a que no mastica o traga bien, por lo que los padres debemos enseñarle a comer fracciones muy pequeñas y de una en una, para que así no se le junten todas y haga bolas.
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Como continuación al post “Mi niño no duerme”, ahora hablaremos de pesadillas en la infancia y nos adentraremos en la temática de los problemas de sueño en la infancia.
¿Qué es una pesadilla? Es un sueño desagradable que nos genera angustia, ansiedad, miedo o terror.
Normalmente son sueños prolongados centrados en una situación insoportable y que supone una amenaza para el durmiente, ya sea física (amenaza a la vida) o psíquica (vergüenza, fracaso…); puede corresponder a un hecho traumático vivido o a una circunstancia que no ha pasado, pero que nos da miedo que pase.
Al despertar se produce un contacto rápido con la realidad, aunque se sigue manteniendo la angustia, y se genera un auténtico terror a volverse a dormir por si el sueño vuelve a repetirse.
La pesadilla aparece casi exclusivamente durante la fase de sueño REM (sueño profundo). Dentro de la fase REM puede producirse en cualquier período, aunque suele ser más habitual en la segunda mitad, cuando la etapa del sueño es más larga e intensa.
Las pesadillas suelen aparecer cuando ocurren situaciones difícilmente gestionables para el durmiente durante su vida cotidiana, ya sean cambios sustanciales en la vida (domicilio, colegio…) o estresores psicosociales agudos (temas de separación, divorcio, hospitalizaciones…). También se pueden producir por la vivencia de situaciones estresantes antes del irse a la cama, como ver películas de miedo, o bien por haber vivido ese mismo día situaciones que han generado gran ansiedad y que se mantienen hasta a la hora de irse a la cama. Otra de las posibles causas es estar enfermo y que la alta fiebre y los fármacos que se estén tomando generen un sueño intranquilo.
Lo mejor, una buena higiene del sueño, evitar películas de terror, irse pronto a la cama y llevar una vida organizada.
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Hijos. ¿Lo estamos haciendo bien? Es la pregunta que nos hacemos todos los días, en la línea de qué debemos de mejorar para ser mejor padres. En nuestro post “Tipo de padres” veíamos que había distintas pautas de crianza, en concreto cuatro, y que variaba en función de lo que se exigía a los niños y la receptividad a sus comportamientos.
Lo que vamos a ver en este post es que en función del tipo de padres que somos se podrá predecir el desarrollo de nuestro hijo. Volvemos a insistir en que no siempre utilizamos el mismo estilo educativo, ya que a veces actuamos de una forma o de otra dependiendo de multitud de factores, como la personalidad del niño, dónde nos encontremos en ese momento, o si estamos muy relajados o muy cansados.
Como indicábamos en nuestro primer párrafo, la receptividad del comportamiento del hijo por parte de los padres es clave, pudiendo llegar a ser un buen predictor de la competencia social del niño, mientras que nuestro grado de exigencia es determinante en todo lo orientado a los objetivos y al rendimiento académico.
Así, cuando actuamos de forma mayoritariamente autoritaria, es decir, les exigimos mucho, pero somos poco receptivos, muy probablemente vayan bien en los estudios, aunque no serán niños y/o adolescentes con iniciativa, les costará las relaciones sociales y su autoestima será más bien baja.
Por otro lado, las familias permisivas, las cuales son poco o rara vez exigentes y muy receptivas a sus comportamientos, el rendimiento en la escuela no suele ser bueno, pero sí tienen una buena autoestima, grandes habilidades sociales y una fuerte iniciativa.
Finalmente, las familias con estilo educativo democrático tienen un mayor balance entre receptividad y exigencia, y los niños presentan un equilibrio adecuado entre los resultados académicos y la visión que tienen de ellos mismos, con una sana autoestima y correctas habilidades sociales.
Como hemos indicado en los anteriores post en el Gabinete Psicopedagógico Senda estamos a tu disposición para cualquier consulta que quieras hacernos sobre estilos educativos y cómo mejorar en la educación de tus hijos; nos puedes localizar en el 654 520 362, o bien escribir a informacion@gabinetesenda.com.
Todos nos hemos planteado qué tipo de padres somos y si lo estamos haciendo bien. En una sociedad cada vez más compleja y exigente, ser padres ya no es tan fácil como parecía cuando éramos niños. Todos queremos que nuestros hijos sean buenas personas y que su comportamiento sea el correcto vayan donde vayan, sacando el máximo provecho de sí mismos.
Por eso las preguntas,
Nos persiguen día a día en la educación de nuestros hijos, golpeándonos una y otra vez cuando nos enfadamos con ellos, cuando les gritamos, cuando miramos a otro lado porque nuestro hijo no para de hacer lo que una y otra vez le hemos dicho que no hiciese…
Antes de ver el tipo de padres que existen hay que hacer una pequeña matización. Las relaciones con nuestros hijos son bidireccionales, es decir, nuestro papel de padres y nuestro estilo depende de múltiples factores, entre ellos no solo nuestra historia personal sino también la personalidad de nuestro hijo y cómo responda a nuestra forma de relacionarnos con él. Todos sabemos que si tenemos varios hijos, lo que nos vale para uno puede no ser efectivo con los otros, obteniendo resultados diametralmente opuestos.
Pues bien, vamos a ver qué tipo de padres existen en función de dos variables claves en nuestra actuación con nuestros hijos: nuestro nivel de exigencia y nuestra receptividad hacia ellos. Por cierto, no tenemos porque ser enteramente uno u otro, podemos actuar a veces de una manera y otras de forma diferente, según la situación o como nos encontremos en ese momento.
Son padres que a la vez son exigentes y muy receptivos con sus hijos. Consideran a éstos como elementos activos, fomentan el dialogo y el razonamiento con ellos y su opinión siempre es importante y valorada.
Padres que son más receptivos que exigentes. Tienen su propio estilo, no se dejan llevar por tradiciones, son muy tolerantes ante cualquier comportamiento del hijo y tremendamente condescendientes.
Poco exigentes y poco receptivos. Los padres se implican poco emocionalmente con sus hijos, lo que conlleva que el esfuerzo sea mínimo por su parte.
Padres que son tremendamente exigentes y prácticamente nada receptivos. Apelan a la obediencia sin matices por el hecho de ser padres. (Esto es así porque lo digo yo ¡!!)
Si quieres que te ayudemos en la educación de tu hijo, como mejorar tu estilo educativo o cualquier duda que te surja de este tema, nos puedes localizar en el teléfono 654 520 362, o bien escribir a informacion@gabinetesenda.com , donde los profesionales del Gabinete Senda os atenderemos con mucho gusto.
Cuando un niño no duerme, y por tanto tiene insomnio infantil, nos genera una gran preocupación, ya que como padres siempre estamos pendientes de que duerma y coma bien; si uno de uno de estos factores no sigue una línea estable, entonces nuestra vida gira en torno a cómo poder resolver esta situación, ya que nos altera completamente la convivencia.
Los niños, al igual que los adultos, siguen sus propias pautas de sueño; hay algunos que necesitan dormir muchas horas y otros no tantas; a unos les cuesta levantarse por las mañanas mientras que otros se levantan frescos y a la primera llamada, pero no consiguen aguantar la cena del sueño que tienen.
Se dice que existe insomnio infantil cuando al niño le cuesta mucho coger el sueño, o tiene un sueño que se interrumpe de forma continuada durante la noche, costándole de nuevo volver a conciliar el sueño, o tiene un despertar demasiado temprano por las mañanas y luego no puede volver a dormirse.
Esta alteración del sueño causa malestar significativo o un fuerte deterioro en la conducta del niño al día siguiente en todas las áreas en las que se relaciona: en el colegio, con los amigos, en casa…
Si el niño no duerme bien puede ser debido a varios factores, como su estado madurativo, por temas psicológicos, o bien por condiciones externas.
Cuando se produce insomnio infantil, lo más importante que se debe analizar inicialmente son los hábitos del sueño que estamos empleando, y si estos son los más adecuados.
Debemos poner todas las facilidades para la conciliación del sueño por parte del niño: en su habitación debe predominar el silencio, ser cálida, y cómoda la cama. Debe haber un período de tiempo preparatorio tranquilo para irse a la cama después de cenar, sin que se le estimule con actividades de juego; es un tiempo de calma y de mentalización. La cena ha de ser suave, nada de grandes cantidades, y ninguna bebida estimulante. Se han de aplicar siempre los mismos horarios, la rutina en esta etapa es clave porque, además de regular el sueño al niño, le das seguridad.
Finalmente, hemos de ser conscientes de que los niños, al igual que nosotros, son sensibles a lo que les pasa alrededor: situaciones nuevas, estrés en la familia por acontecimientos, preocupaciones en el cole… pueden afectar al inicio y la conciliación del sueño, por lo que, aunque debemos enseñarles a gestionar estas situaciones, la rutinas, tal y como se indica en el anterior párrafo, son claves para ayudarles a descansar y a enfrentarse con fuerzas y positividad al siguiente día.
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Desde Gabinete Psicopedagógico SENDA SL te contamos lo que es el apego, en concreto el apego infantil, y la importancia del mismo en la seguridad del niño desde su más tierna edad.
¿Qué es el apego?
El apego es el vínculo o lazo afectivo intenso, duradero, establecido entre dos personas como resultado de su interacción, lo que les lleva a mantener proximidad y contacto consiguiendo por ello seguridad, consuelo y protección.
El apego se convierte en la base de seguridad del niño sobre la cual explora el mundo, posibilitando así su crecimiento; para ello es pieza clave el comportamiento o acción de los padres o cuidadores ante las señales que emite el bebe reclamando ser atendido.
Según la calidad las respuestas de la madre, padre o cuidador nos podemos encontrar distintos tipos de apego:
Cuando los padres o cuidadores responden de forma adecuada ante los requerimientos o necesidades del bebe, éste explora de forma activa y competente su entorno ante la figura de apego (madre, padre o cuidador), es decir, utilizan a sus padres o cuidador como base para explorar el mundo exterior y se sienten con valentía para vivir experiencias nuevas.
Cuando los padres o cuidadores no responden, el apego del niño no se consolida porque son poco sensibles o confunden los requerimientos del bebe. Esta falta de comprensión de lo que requiere el niño, hace que éste reprima sus sentimientos, convirtiéndose en muchos casos en autosuficientes emocionales. Este tipo de apego se llama huidizo. Un ejemplo lo tendríamos en aquellos padres que le quitan juguetes al niño cuando está en pleno proceso de exploración cambiándoselos por otros que no le interesan.
Cuando los padres o cuidador, además de ser poco sensibles o confundir los requerimientos del bebe, actúan de forma inconsistente. En este caso, el niño no sabe cómo actuar y siente que no puede controlar el entorno, por lo que acaba llevando a cabo conductas agresivas (rabietas, llanto intenso…)
Son las situaciones extremas, cuando el miedo y el apego se juntan en la misma persona, es decir, en el niño se presenta un fuerte conflicto interno entre acercarse a su cuidador con el objetivo de ser consolado o huir de él por motivos de seguridad.
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El diario online Elmundo.es nos adelantaba esta noticia hace una semana sobre la publicación de un interesante libro manual sobre el cerebro de los niños.
En la entrevista que le realizan y podéis leer íntegramente en el siguiente link http://www.elmundo.es/salud/2015/09/22/56002675268e3e9a088b45b2.html defiende el valor de la enseñanza clásica y del ejercicio en contraposición a Ipads, tecnología sin movimiento…
Os copio una parte de la entrevista y recomiendo que linkéis y la leáis entera.